viernes, 26 de agosto de 2011

domingo, 21 de agosto de 2011

Temponauta


(Viajero en Junio - redux)

FICHA TÉCNICA

Versión 1992:

Dirección: Mario del Castillo
Historia: Miguel Acevedo - Mario del Castillo
Guión: Mario del Castillo
Producción: Greta Estévez - Mario del Castillo
Música: Radioestación
Actores: Rodrigo Marquet, Antonia Ortega, Luis Dubó, Sergio Piña.
Santiago de Chile.

Versión 2011:

Fotografía y restauración digital: Mario del Castillo.
Música: Radioestación - Looking for Satellites.

Se trata de un corto realizado en video Hi8. La primera versión de este trabajo fue realizada en 1992 dentro de las actividades de la muestra "Identidad-Mundos Paralelos" realizada en conjunto por el Goethe Institut de Santiago de Chile y la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Esta primera versión recogía elementos provenientes del radioteatro y la fotonovela, ambos géneros muy populares en Chile durante las décadas de los 60s y 70s. Buscaba juntar una típica historia de terror de la noche de San Juan en Chile con la narración simple y directa de la fotonovela.

En el proyecto participaron, entre otros, Rodrigo Marquet, Antonia Ortega, Luis Dubó y Sergio Piña. Estos actores buscaron imprimir en el trabajo el espíritu de película muda que se mantiene también en la versión redux.

En 2008, surge la idea de revisitar el proyecto aprovechando la tecnología digital para editar una versión definitiva del corto utilizando los master de cámara disponibles. La presente versión redux es un giro a la historia narrada en la versión de 1992, centrándose esta vez en el concepto del salto en el tiempo y eliminando los elementos de cuento de terror para llevar el corto al campo de la narración fantástica con inspiración indirecta en "Algo para nosotros, Temponautas" del escritor estadounidense Phillip K. Dick. Digitalizar y publicar en línea una versión definitiva de este trabajo era un sentido deseo desde hace años pensando en ello también como homenaje a Rodrigo Marquet.



http://www.taller51.com/index.php?option=com_content&view=article&id=73&Itemid=29

sábado, 13 de agosto de 2011

En homenaje al rescate de los mineros...



Por qué no te subes a esta cápsula a chorro y te quedas abajo para siempre, conchetu...?



Y de paso te llevas contigo a tu gabinete de Chacarillas (marcha de 1977).



Ustedes SABEN de quien estoy hablando!








martes, 2 de agosto de 2011

La Presencia


Nyar era muy pequeño cuando recién nos lo trajo Flavio. Recuerdo que lo traía en un bolso negro y al abrir la cremallera él asomo su cabeza al día del living de mi casa, con su curiosidad y su ruido peculiar llenando el ambiente. A los vecinos sólo los extrañó, pero lenta y sordamente, sistemáticamente, los fue horrorizando a medida que crecía, y en verdad crecía, tanto que lo tuvimos que trasladar al patio del fondo, y una mañana como todas, apartando el velo de los cantos de los pájaros, la señora Leticia salió al balcón del segundo piso de su casa, que domina nuestro patio, y gritó. Gritó al verlo y botó el macetero que siempre sale a alimentar con su regadera, diciéndole luego a todos que Nyar era el culpable de la muerte de sus pobrecillas flores.

La cosa no quedó allí. A los vecinos se les ocurrió que Nyar salía de la casa y se comía a sus gallinas (desaparición que me consta, pues un día la Alejandra me hizo pasar a su patio para que viera que faltaban dos gallinas y de paso admirara lo bien que se veía con minifalda). Empezamos a pelearnos con todos, mi hermano ya no saludaba a los muchachos de la esquina y mis padres no decían ni pío, cuando alguien les iba a contar que había desaparecido su mascota. La única que no blasfemaba contra nuestro Nyar era Anita, la niña de la casa del frente. Ella siempre miraba jugar a sus hermanos menores a la pelota y a las puteadas, con su short y su polera blanca, mostrando el orbe claro de sus piernas y brazos infantiles y femeninos. Conoció a Nyar cuando no asustaba a nadie, y luego pasaba a verlo al patio, fascinada por el horror que a todos producía (menos a nosotros, por supuesto).

A mí en especial me gusta mirar el crepúsculo reflejándose en los ojos de Nyar, como se va escondiendo el sol abajo de sus pupilas y, poco a poco, se apaga el color del atardecer en su mirada y sólo queda el tono oscuro de ella contra la mía. Lo otro que me gusta es la cara que pone el lechero cuando pasa en su carrito y siempre salimos a comprarle algo, leche o quesillo, cuando antes ni lo inflábamos.

Una tarde en que yo dormía la siesta, sentí los gritos de Nyar llenando mi sueño, rasgándolo, y luego los alaridos que venían de todas partes de la villa, y desperté en medio del silencio más grande, sin cantos de gallo ni ladridos de perro, sin mis padres ni mi hermano en la casa. El sol ya se había puesto y el arrebol de las nubes se degradaba segundo a segundo. No se sentía nada, ni el viento moviendo las copas de los árboles.

Salí a mirar a la calle y sólo entreví dentro de las casas el mismo brutal desorden de la mía, recordando los gritos que sentí en sueños, que había comenzado al lado mío casi, y se habían ido alejando, saliendo de otras gargantas espantadas. Ahora recuerdo el miedo que siempre le tuvimos a Nyar, desde que comenzó a crecer en forma inusitada, llenando el patio con su presencia; el miedo que se dibujaba poco disimulado en nosotros, y nada de disimulado en los demás, desde que comenzó a salir y efectuar sus correrías que mi familia negaba, pero en el fondo del alma sabíamos ciertas. Ahora no está ni siquiera Anita con su perturbadora belleza infantil. Y yo sé que Nyar va a volver en medio de la noche sin nadie más entre él y yo.

Va a volver y lo estaré esperando, claro que lo estaré esperando.

Miguel Acevedo



(Publicado originalmente en 2003 en El Lugar Sin Nombre. Ver también el remozado Cajón Desastre, de Bblogzine.)

The outsider

Por lo menos en cuatro ocasiones, estuvo a punto de ser publicado por editoriales profesionales un libro de cuentos de Lovecraft durante su ...