domingo, 23 de enero de 2011

Sobre Lovecraft




El año pasado se cumplieron 120 años del nacimiento del soñador de Providence, H. P. Lovecraft (1890 - 1937). Aprovecho entonces de republicar aquí este texto, que apareció por primera vez en Bblogzine (ver los enlaces de este blog).




H.P.L.por Miguel Acevedo.



Por allá en 1982 , cuando tenía 15 años, un amigo me prestó una revista Bravo donde, en medio de imágenes de mujeres desnudas, me encontré con un artículo que se llamaba "Lovecraft, el profeta del Horror Sin Nombre" * . Era la primera vez que oía hablar de este escritor norteamericano, y al leer la reseña en cuestión quedé hechizado con el horror cósmico, los mitos de Cthulhu y el círculo de H. P. Lovecraft. Pensé que me encontraba en el umbral de algo realmente estremecedor. En esa época no había internet ni librerías especializadas en literatura fantástica o cómics, así que se dilató bastante mi lectura de los cuentos del profeta de Providence. En la avenida San Diego o en la Librería Chilena me compré novelas de Stephen King; gracias a la madre de un amigo, profesora de castellano, leí el potentísimo Edgar Allan Poe; descubrí a Arthur Machen ( ¡ Maestro ! ), y de pronto, a fines de 1983, en los archivadores de la Biblioteca Pública nª 4 de la calle dieciocho, encontré un puñado de libros de H.P.L. Así, en una mañana de descubrimiento y horror, leí "El Color que Surgió del Espacio", y luego "El Llamado de Cthulhu", que siguen siendo para mí dos de los mejores cuentos que he disfrutado. Luego, y por consejo de una señora que atendía en la sala de lectura de la Biblioteca, me hice socio y así pude leer selecciones de cuentos como "El Color que Cayó del Cielo" de la Minotauro, o "La Tumba". También me topé con las adaptaciones en cómics de varios cuentos de Lovecraft realizadas por el dibujante uruguayo Alberto Breccia, y descubrí a los amigos entrañables del padre de los primigenios: leí a Robert Bloch, a Frank Bellknap Long. Mucho tiempo después descubrí a Robert Howard, a Clark Ashton Smith o a Ramsey Campbell, y ya en la década de los ´90 leí volúmenes de cuentos capitales para acercarse al corpus lovecraftiano, tales como "Los Mitos de Cthulhu", recopilado por Rafael Llopis, o el libro de la editorial Edaf llamado "El Museo de Los Horrores", donde están las colaboraciones de Lovecraft con otros autores, debido a su trabajo de corrector de estilo o escritor fantasma. Claro que no todo ha sido escalofríos o goce estético; también por seguir los senderos que llevan a Arkham, Dunwich o R´lyeh, a los altares olvidados en las montañas y las tormentas, me he encontrado con cuentos mediocres como los escritos por August Derleth ( a quien en todo caso siempre habrá que agradecerle por la labor de difusión de los textos de su maestro, gracias a Arkham House ), o he sufrido con antologías como el supuesto homenaje al centenario de Lovecraft que tradujo al español la editorial Martínez Roca, me refiero al volumen titulado "El Legado de Lovecraft", del cual, eso si, hay que rescatar una que otra joyita, como las narraciones "H.P.L." de Gahan Wilson, o "Los Papeles de Helmut Hecker", escrito por Chet Williamson. Hoy en día, uno puede explorar en internet, ir a librerías especializadas, o comprar ediciones baratas o lisa y llanamente piratas, pero en los años ´80 era una proeza juntar los pesos, recorrer las calles controladas por la dictadura militar y encontrarse con algún cuento de Lovecraft en, por ejemplo una colección como las "Antologías de Relatos de Espanto y Terror" de ediciones Dronte, y disfrutar con las promesas de cultos prohibidos y abismos en el tiempo y el espacio, salidos de la pluma de un escritor maldito que nunca tuvo el reconocimiento que se merecía en vida.



Actualmente, el periplo de mis lecturas está un poco alejado de las costas de la literatura de ciencia ficción y el horror, no por prejuicios ni porque considere con petulancia que son "géneros menores", sino por una cosa de intereses estéticos y personales. Pero cada vez que puedo, vuelvo a acercarme a Lovecraft u otros autores de su círculo, y camino de nuevo por los bosques tenebrosos, miro el mar de noche, poblado por monstruos horrendos, y escucho las "canciones que cantaban los demonios al precipitarse más allá de las regiones estelares", como dice Robert Bloch en "El Vampiro Estelar".


*Revista Bravo Nª 1, año 5, 1981. El artículo lo escribió Manuel Alejandro Vega. Además en este ejemplar viene un interesante ensayo de José Román sobre la imagen de la mujer en el cine.

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